Peces terrestres

Si los peces tuvieran sólo unos segundos de memoria,
el agua se llevaría los recuerdos de sus bocas
y tan pronto llegaría el olvido
que seguro no sabrían mucho de melancolía.

Los impulsos los olvidarían,
no serian recuerdos que frecuentar
en madrugadas eternas
hasta que los párpados se desmayen.

Seguramente los peces sienten tristeza por sentirla,
no porque las escamas les duelan de soledad
o algún ser invisible les congele la sonrisa.

Si así fuera, yo no podría ser pez.

Olvidan que al menos por un segundo van a recordar
y nadan hacia un caos sumergido en besos:
me creció una aleta.


Transferencia

“Las apariciones son algo así
como fragmentos de otros mundos...”
Dostoievski

Camina con la cabeza un poco ladeada mientras va observando las combinaciones de las letras del abecedario grabadas en un rectángulo. Se asoma una francesa casi saliendo del estante, un argentino que acaba de llegar y un portugués que le promete el éxtasis literario. Sigue caminando inalterable entre pasillos, porque ella sabe que todos buscan la forma más desesperada de ser tomados, más de una vez alguno se le insinuaba días antes apareciendo entre bocas ajenas o en lecturas que ya habían sido dichosamente elegidas, pero el uso excesivo dejó el método reducido a una larga lista de espera. Entre sus pasos siente que algo le va tomando los dedos de las manos, los conduce hasta unas paginas que pasa rápidamente para catar el olor amarillento de un viejo ruso de pasta gruesa. Le gusta. Por días se sumerge en otros colores, otra gente, otras culpas y otras calles.

Se trata de dos mundos que convergen desigualmente: la realidad y lo otro. Las realidades son bastante subjetivas pero ya nos hemos acostumbrado a que cada quién lleve la suya puesta en los sentidos y en la voz. Definir la naturaleza de un mundo creado con bloques de alucinaciones resulta como intentar cuantificar los números que hay en el infinito. Y de la convergencia de estos mundos, el signo de desigualdad va dando vueltas: la realidad es mayor que lo otro pero luego lo otro va trepando como un ejercito de hormigas sobre una gran cucaracha y la realidad es invadida y mordisqueada, una vez que lo otro predomina, todo es incontrolable, llega a dominar mundos y además invita a seres asombrosos a esa fiesta de entornos distorsionados. Hay episodios de la vida que se pueden desgajar para obtener partículas casi puras que provienen de otros mundos.

Sus dedos comienzan a despegarse de las paginas mientras la casa se encharca en un silencio que sólo puede pertenecer a un insomnio vencido hace horas. El ardor de los párpados anuncia el lugar donde descansará un papelillo que sirve de separador, lugar que no es un simple intervalo numérico de un libro sino el congelamiento de percepciones.

Ojos entreabiertos que apenas distinguen la luz. Y en lo entrecerrado comienzan a surgir cuerpos con andrajos que se mueven sobre imágenes lánguidas; entre cuatro marcos de polvo va desfilando una historia que fue leída hace unas horas, mientras un torbellino va desmembrando los cuadros para dejar un grupo de imagines vacías. Las emociones se fueron decantando.

Una masa anímica después de deambular por las paredes de su cuarto se fragmenta en cuerpecillos danzarines que van acercándose a ella. Como si fueran metales dúctiles se van alargando para entrar por sus poros y se siente enredada por dentro hasta que los cuerpecillos delgados se estallan en nervios que la hacen sentir más de lo que su carne puede soportar. Todas las emociones culminan en desesperación. Tira el papelillo y continua con la lectura. Pero el acto de descifrar signos no resulta gustoso: no logra encontrar un solo gesto en ninguna línea, no puede entender lo que sus ojos transfieren porque no son más que aquellas imágenes vacías que hace unos minutos pasaban por sus ojos entrecerrados: las paginas son sólo papel y ella es una aleación de emociones. Las siente todas en un solo momento, haciendo estragos dentro de su estomago, reventando los candados de sus sueños y mostrándole aquellos mundos que están más allá de la línea que nos separa de lo onírico, agitándose en cada uno de sus dedos para que éstos se enloquezcan de tanta energía confinada, sus ojos no perciben las paredes como limites de espacio sino como ramas de donde se cuelgan los restos de cuerpecillos esperando para invadirla, así como invaden las hormigas. Se sintió ajena cuando lo común se convirtió en misterio, cuando no podía reconocerse y su cuerpo le dejó de pertenecer.

El cambio de intensidad de emociones de un libro a un cuerpo es desconocido, podría ser que un personaje se sintió levemente cansado o estaba agonizando; porque su cuerpo terminó inmóvil en la cama, apenas respirando. Las emociones ya cansadas comenzaron a abandonar suavemente su cuerpo y quedaban derramadas entre las sabanas, eran tantos los cuerpecillos que pronto el piso estaba lleno de ellos.

Poco a poco los trozos de la masa anímica que quedaban derramados en su cama se fueron aglomerando en unos cientos de paginas. De lo sucedido no habían más pruebas que un papel estrellado en el suelo, evidenciando que por alguna razón ella no había marcado el congelamiento de percepciones aquella noche.

Flor de Itabo

" Flores silbando suicidios,
flores de aroma fatal..."
Silvio Rodríguez

Ya lo sé,
tengo un problema con los poemas de amor.

De sus cabellos comienza a chorrear una dulzura
que quiere llenar todo el cuerpo que escribo,
pero cuando pongo letras sobre sus piernas,
palabras que saben a flor comienzan a brotar
y un rastro de amargura va quedando con su paso.

Mi problema con los poemas de amor,
es que sus pies siempre quedan hechos de tristeza,
seguramente, porque el amor también es así.

Trashumante

"Y subiré hasta el vuelo de una nube desierta,
y sabré que es el resto de una mujer muerta,
que se murió de amar."
Max Jiménez

Inventar la fricción para este tiempo
que sigue constante aunque el cielo sea púrpura,
aferrarse, girar, andar en todas direcciones
no sólo hacia delante y frenética.

Viajar a un misterio más compacto,
tener el infinito entre las manos,
en las esquinas de los segundos, morirse,
ir a las paredes de alguna constelación
en la que un hombre dejó la poesía,
por las calles de los años, dejarse perder,
comer las ciudades que nacen y mueren cuando se tocan.

Llegar sin darse cuenta
a todo lo que hoy es polvo,
si el tiempo fuera espacio.

Otro amarillo

Llorar a lágrima viva, Girondo.

Llorar a lágrima viva.
Llorar a chorros.
Llorar la digestión.
Llorar el sueño.
Llorar ante las puertas y los puertos.
Llorar de amabilidad y de amarillo.

Abrir las canillas,
las compuertas del llanto.
Empaparnos el alma,
la camiseta.
Inundar las veredas y los paseos,
y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.

Asistir a los cursos de antropología,
llorando.
Festejar los cumpleaños familiares,
llorando.
Atravesar el África,
llorando.

Llorar como un cacuy,
como un cocodrilo...
si es verdad
que los cacuyes y los cocodrilos
no dejan nunca de llorar.

Llorarlo todo,
pero llorarlo bien.
Llorarlo con la nariz,
con las rodillas.
Llorarlo por el ombligo,
por la boca.

Llorar de amor,
de hastío,
de alegría.
Llorar de frac,
de flato, de flacura.
Llorar improvisando,
de memoria.
¡Llorar todo el insomnio y todo el día!

Fatalidad

“...y lo que llamamos amarnos fue quizá que
yo estaba de
pie delante de vos,
con una flor amarilla en la mano...”

Cortázar


Yo voy a sentir esta ciudad gritar,
ésta misma que va saliendo de nuestros pies,
de tejados llenos de cometas varados
que de tus ojos escapan cada noche,
de adoquines hechos al ritmo de los besos
que vas dejando caer entre luz y sombra.

La melancolía hará colapsar
los recuerdos que voy amontonando entre esquinas,
y voy a sentir a esta ciudad gritar.

En los charcos las luces se desplomaran
cuando el metal sea carcomido
por esa misma soledad que a mis ojos deshace,
las torres de risas se irán desboronando sobre mi
y su peso me dejará perdida entre escombros,
cuando esta ciudad caiga en ruinas
con el terremoto de tu adiós.

Cinco y diez

Su grito metálico encharca los rincones,
encuentra a los cobardes que huyen
del preludio de la tristeza.

Yo camino hacia las líneas,
veo las tardes que se suicidan entre vagones
y melancolías que se van derramando con su paso.

Se escucha como la ciudad se resquebraja
y su grito ahora es la viva voz
de un asiento que ocupa la ausencia.

Es magia

Parecía que el olor de sus manos iba trazando líneas sobre las hojas. Yo veía sus dedos moverse como imantados por una fuerza bajo el papel, y de vez en cuando miraba su rostro para recordar que lo tenía, porque sus manos llegaron a ser todo su cuerpo y las palabras que decía salían disparadas por debajo de sus uñas como flechas rompiendo átomos hasta llegar a mis oídos. Sus manos se movían de un lado hacia otro para volver a donde habían iniciado y de pronto estaban llenando otros espacios, extendiendo el área con un olor hecho tinta. No recuerdo su rostro porque yo sólo miraba el aroma de sus manos y las líneas que rápidamente poblaban el vacío.

Asientos rojos

La ciudad se convertía en un hormiguero de colores y movimiento, a esas horas en las que todos huyen de un día ahogado en la monotonía y buscan refugio en una noche en la que al menos la sopa tenga una sorpresa. Ella espera sentada en algún tren, espera con la boca llenita de palabras dormidas que están a punto de despertarse agitadas con el estrépito de las calles. Con el fuerte grito del tren las dormidas comienzan a cosquillear su lengua y suben y bajan, se tornan coloridas e invaden los sentidos de aquella mujer. Y siente.

Un hombre mueve su boca y cuenta alguna historia mientras se sostiene de una baranda. Pero los gestos comienzan a exagerarse: la boca se estira y se encoge arrítmicamente, unos ojos que miran paranoicos y manos que se sueltan para que el cuerpo busque el equilibrio. Cae. Cae y en el suelo el movimiento desfigura su cuerpo. ¡Y los colores! Su cabello se vuelve verde de tanta risa y el verde se esparce y se combina con los colores del tren y de la gente. La mujer mira sus manos y son tan moradas como la uvas.

El tren se queda mudo y ella siente que le hace falta sabor en la boca y un hormigueo que hace unos segundos sentía. El tren se queda como muerto, la piel se vuelve piel y la gente se comporta como la gente. El silencio llega y todos pensaron que habían tenido un micro sueño.

Otros

El frío resquebraja mi memoria
y van cayendo pedazos congelados
que dejan descubiertos días hechos fósiles.

De cuando eras extranjero en tierras de risas,
de nuestras fronteras como grandes monstruos silenciosos.

De cuando en callejones sucios
algunos ojos nos miraban con temor
porque la gente le tiene miedo a la locura.

De cuando yo te construía con esperanza en los huesos,
y de estos días que el frío remueve la construcción de vos.

Trozos de agua

Te dividís infinitamente
dejás de ser carne para ser agua
en la que chapotean soledades.

Punto a punto
el asfalto se oscurece por vos:
lo llorás,
o talvez sos vos, cayendo.

Te veo bailar frente a las nocturnas luces
y hacés de ellas refugios melancólicos
que gritan entre gotas iluminadas.

A veces,
creo que estás derramado por todas partes.

Contraproducente

En las manos vos no traías una formula,
tampoco una dosis, fecha de vencimiento,
indicaciones ni efectos secundarios,
tu sustancia activa es un misterio
y no te vendés con la mentira del buen sabor.

Descubrir tu naturaleza
es mucho mas agradable
que descifrar el lenguaje farmacéutico.

Podrías ser una maravillosa droga,
un camino al éxtasis,
mi posible motivo de farmacodependencia.

Sin embargo,
tus besos no son la cura
para un corazón que se desgarró,
el amargo etílico se combina con tu saliva:
intoxicación.

Karma

Tu olor,
sigue siendo como esas flores salvajes
que se pegan en la piel y en la ropa,
si te toco, me envuelve.

Mis palabras ya no son confesiones,
son respuestas a tus preguntas,
impulsos de mis labios.

Tus manos no son frutos divinos,
son de carne, como las mías.
Aquellos cuerpecillos misteriosos
son sólo extensiones de tus manos.

Y tu despedida
no es confusión y melancolía,
vos decís nos vemos luego
y yo digo adiós.

De lluvia y ojos


...............................

..........................Ese olor
.................... olvidado inunda
.................. las planicies de mi
..............memoria y llega el vértigo
........... que se desborda por mis ojos
........¡Paraguas, paraguas para mis ojos!
.......Un aguacero de pretéritos me salpica
........los ruedos del pantalón y las gotitas
...........................tre
...........................pan
...........................por
...........................mis...nas
..............................pier.........
..........................................................................................
................................................................y como
............................................ bestia lluviosa
................................. me encharca
.....................la memoria

Desde adentro

Risas que se escurren por mi boca,
río con mi estomago, con mi voz,
con mis ojos, mis manos,
con mis pestañas y mi diástole,
hasta de mis uñas escucho carcajadas,
disfruto las cosquillas en mis intestinos
y desde adentro, me río.

Alguna risa se va silenciando
y no quedan ni ecos,
la ausencia de risas, también
duele desde adentro.

Ausente

Mínimos recuerdos de vos
van formando el epígrafe
de un poema que se intenta escribir.

Verbos que no se conjugaron,
adjetivos que se quedaron en espera,
versos que se deshacen con el frío:
un poema con costillas ausentes.

Un final que se desmorona cada noche
en una hoja blanca, apenas poblada
con un epígrafe empolvado.

Pasillo

Pone el talón y va dejando caer el peso del cuerpo hasta que pone los cinco dedos. El verbo caminar se le confunde con saltar: no avanza. Mueve los pies y sólo se sumerge en el vacío, ¿estará caminando hacia atrás y hacia el fondo?

Se vuelve mas oscuro y mas frío. El miedo aumenta en función de la distancia recorrida, pero sigue caminando a paso lento. Piensa en correr, pero si corre y no llega a ningún lugar entonces el miedo será inmenso y acabara por dejarse caer en medio de la nada. Camina. Lo piensa de nuevo, quiere correr. Piensa en apresurar el movimiento de sus pies: poner talones y dedos, poner talones y dedos. Entonces se lanza como si se lanzara al precipicio del absurdo, con los ojos cerrados y con los brazos estirados para seguir sintiendo la nada, que imagina poblada de figuras transparentes que se burlan y le punzan los nervios al verlo correr en un pasillo circular. Y quiere correr. Se lanza como corriendo tras la vida para talvez chocar directo con la muerte. Se lanza a correr con los brazos extendidos, y apenas sus pies se aceleran, se dispara su cuerpo y se le quiebran los brazos al dar con el más sólido de los vacíos.

Como una cabra


El mundo se volvió loco, pero loco de verdad.

Entonces lo que antes quería decir la palabra verde se comenzó a usar para describir el color de la sangre y en las esquinas se encontraban girasoles azules que parecían pequeños astros diurnos: las palabras no eran lo que antes fueron, y los gatos se hicieron llamar gusanos. Hablar se volvió complicadísimo, y mientras tanto un hombre que vivía en Turquía se fue a buscar a la Habana a una mujer que le juró lastima eterna. ¡Que libertinaje de significados!

Los libros dejaron de leerse. Se los comían como se come el queso, se atiborraban de exquisitos trozos de papel con olor a humedad, aunque por falta de dinero algunos tenían que tragar los que aun tenían el olor a tinta fresca.

La gente le iba a rezar a los santos de la nostalgia en rojos trenes, mientras las capillas ardían de tanto pecado. Y las calles, todos salían a arrastrarse para sentirlas con todo el cuerpo, ¡que hereje quien no se llenara de asfalto y de luces cada noche!

La gente dejó de ver noticias y leer periódicos, nadie se dio cuenta que el 7 de Abril el mundo salió del Psiquiátrico Espacial, nadie supo que había que volver a la normalidad, entonces el mundo siguió loco, pero loco de verdad.

Calles nocturnas

Hay que sentirlas.

Algunos dicen que surgieron por necesidad, y yo pienso igual. Es una necesidad verlas por las mañanas, cuando el sol evapora los restos de nostalgias que en las noches las embriagaron. Y sobre las calles y las nostalgias nocturnas hay mucho que decir y bastantísimo que sentir; eso de ver las luces como refugios resulta peligroso porque dan ganas de escalar hasta ellas y gritar que dejen de ser tan crueles, o que dejen de ser tan débiles y ya no lancen esos gemidos sordos que duelen a los transeúntes; o todo esto podría terminar en una sombría seducción y jugar a sentir las calles o dejar que las calles se sientan en el propio cuerpo. Esa invitación a descubrir los espacios en los que nunca nadie ha estado, los espacios que tantas veces han sido zapateados, los que prometen hacer de nuestro cuerpo una masa etérea, los que esconden la magia y hay que seducirlos para que entreguen un poco cada noche. Hay que dejarse encantar por ellas y dejar que se encanten con nuestros pasos, sólo así las andanzas serán música, serán colores, serán emociones, serán calles palpitantes.

Pasarán las horas y terminaremos confundidos con gatos que se cuelan en camaleónicos callejones...

Construir

"Tratar de convencer a otra persona es indecoroso,
es atentar contra su libertad de pensar
o creer o hacer lo que le dé la gana..."
Jaime Sabines

Vamos a dejar de creer a medias
para comenzar a creer de verdad.

Ya los colores están en el cabello de los pinceles,
vamos a colorear, a inventar verbos,
no arranqués de las paredes la pintura
y dejá de usar tantas terminaciones en pasado.

Así que vení,
y construyamos recuerdos
que más tarde nos duelan.

GRACIAS!

Por ciertas razones, lo amé.

DIBUJO DE ALDEA Manuel O. Nieto

Hemos pintado todos los bisontes de la desesperación en las paredes:

Esta ciudad duele como un grito a cuello pelado
en esta descompuesta ciudad desesperada
hay algo atascado en las calles
una minuciosa aglomeración de preguntas anónimas
de grupos de frustración a las salidas de la impotencia
aburridos solitarios
y veteranos de la soledad al pie de las mujeres
que llevan años de no pronunciar una palabra

algo que no permite respirar al aire urbano
y que conspira en secreto del otro lado de la bahía
algo abrumado y piadoso que precede a la destrucción
como un ritual ante los últimos monumentos de la estirpe

algo parecido al miedo al asombro de la tribu
y a la mágica e inesperada presencia del enemigo

esta ciudad es una aldea melancólica junto a las aguas
trazada con la increíble precisión del olvido
una cenicienta aldea con sus madrugadas de rutina
con sus alborotados comentarios de oído en oído
sus murmuraciones primitivas inexactas
y sus tabuladas maldiciones

con sus sabios en las partes altas de las azoteas
como locos reconstruyendo una historia que otros escribieron
y sus pequeños poetas bebiendo a borbotones una tristeza
que de un tiempo a esta parte ha aumentado en las bodegas
en las alcantarillas
en los estadios con su muchedumbre tratando de vomitar
por la boca y las narices
un odio acumulado y viejo
un rencor que ha alcanzado las dimensiones de la dulzura
de la inocencia
y de un estado de prisión indiferente
desarmado y moribundo

esta ciudad aldea sin artesanos ni palafreneros
en plena catequización y descubrimiento del fuego
es una barricada de rostros esperando que algo suceda
que una inesperada maniobra un gesto inexpresivo
dé otra tintura de horror a las esquinas
un ruido distinto a los derrumbes a las resignaciones
a las caidas corpulentas de las tardes sobre el mar

esta ciudad aldea huele irremediablemente a tiempo perdido
a edificios público llovidos por dentro
a conjuros a humo a alcanfor
tal vez por eso todo desemboca en las playas
en los arenales
en las perturbaciones de las mareas
cuando esta ciudad triste insalvable confundida
hace sonar sus cuernos de caza
como una profunda expropiación del corazón.

Azul desesperado

Es ese sonido constante después de la noche,
tan constante que apenas se percibe,
esta procesión de soledades bailarinas
me va adormeciendo como lo haría algún susurro.

Esta madrugada no es un espacio en blanco,
no es un cuarto poblado de melancolías solteronas;
es la tierra después de arrancar raíces,
tierra deshecha y adolorida.

Con mis pies desesperados trituro
imágenes esparcidas en el suelo
que se convierten en palabras inconclusas,
una re de correteábamos me escarba los ojos.

Esta ausencia es ese ruido constante
que aturde de madrugada y
algunos le llaman silencio.

Indeterminación

"El Principio de Incertidumbre nos dice que hay un límite en la precisión con la cual podemos determinar al mismo tiempo la posición y el momento de una partícula"

Podría utilizar cualquier palabra, que aunque no encierra la esencia ni la complejidad –o fraudulenta simplicidad-, va dando una imagen borrosa y vaga al contenido de esta ráfaga que nos aletarga. Sin embargo, quiero mantenerme lejos de palabras erróneas que sirvan de consuelo a este no saber. La imposibilidad de encontrar la palabra exacta me arrastra al Principio de Incertidumbre, así que comienzo a tantear en la oscuridad para tener un acercamiento certero a la zona de probabilidad en la que germina “eso” que me lleva a decir tantos no sé. Es preferible a que la idea en venganza de una adjetivación ofensiva, se escurra como mercurio o como el comportamiento de una partícula a la que alguien quiso determinarle su posición y momento.


La definición del “estado” ya es imposible de precisar, y en éste se anidan muchas irresoluciones; las causas podrían ser tantas como la infinidad numérica, las posibles soluciones penden de la causa, el contagio comienza a hacerse evidente y los efectos, aunque varían, parecen converger en más de un punto: miradas perdidas, dificultad al hablar sobre el “estado” pero insistencia en tratarlo, deserción de responsabilidades, y nos vamos deslizando inconscientes en las horas que se convierten en meses. El tiempo pasa, lo vemos pasar, se va sin nosotros, nos quedamos sin él.

¿Cómo determinar valores o palabras a algo indeterminable? Busco un Heisenberg o un neologismo que oscile entre camino y tiempo.

Calle camaleónica

Nombre gracias a Stiopa

Necesité pasar unas cuatrocientas veces por esa calle, para pasar por primera vez. Llena de lluvia y de luces, era martes. Con ese sentimiento que se tiene cuando se descubre algo maravilloso que comienza a adormecer los sentidos, o más bien que comienza a despertarlos. Algo así como lo que se siente cuando se tiene un pie dormido y se comienza a saltar para que se despierte. Ahora, ese día es un recuerdo no sólo lejano, es casi ajeno. Además hace que me sienta merecedora de una bofetada del tiempo, y lo sea o no, el tiempo me la da. Supongo que eso se debe, a la imagen que tengo, no de la calle sino de mi. En un bus donde tantas personas van maldiciendo lo tarde que es y lo cansado del día, diciendo que apenas es martes y falta tanto para el viernes. Y yo enamorándome de esa calle. Esa imagen me parece una broma, más que una broma, una burla.

Tratando de ser exacta, pasé unas setenta y cinco veces más; antes de pasar la segunda vez. Llenísima de agua y de luces, era jueves. Fue entonces cuando me di cuenta que la calle no era simple asfalto con unas casas a los lados, un río sucio, un pintoresco anuncio, una combinación de curva y cuesta que podría provocar muchos accidentes. ¿Podría ser una calle un reflejo tan leal del estado anímico? ¿Cómo una calle puede ser así de triste? Y verla así de triste me condenó a pasar algunos minutos pensando en la primera vez que la vi. Algunos minutos seguidos, porque entre todos se completarian unas horas.

Pasé unas cincuenta veces más, y llego la tercera vez. La calle estaba seca y sin luces, era jueves. ¿Cómo una calle puede ser así de vacía? Pasé bastantes minutos pensando en la primera y en la segunda vez que la vi.

¡Tantas veces pasé por esa calle y he pasado sólo tres veces hasta ahora! Pasar por ahí es como cierto sonido que entra y rasguña por dentro, no sé, como esos estremecimientos que se deben de sentir en el corazón, y que yo los siento en el estomago.

Remiendos amarillos

“Se trata cósmicos de ser más fértiles,
de no ser tímidos, de ser más trópicos,
de ir a lo pálido, volverlo térmico,
sentirse prójimo de lo más lúdico.”

Viglietti


Es la única explicación.
Un ser sin rostro mordió mi vida
y desde entonces la veo desangrarse.

Se arrastra por aceras y edificios,

dejando una mancha roja,
se evapora, y al día siguiente lo mismo.

A veces la veo muy lánguida,
y me amenaza con irse a Marte.
Pongo un parchecito amarillo
y sobrevive por unas noches.
No hay método seguro
para que la vida se mantenga.

He estado investigando,
y por los síntomas que tiene
he podido darle una fisonomía,
a este ser tan implacable.

Tiene rostro de esa bestia que se encoleriza
al mirar hacia los lados y verse enterrada
entre frases que no trascienden,
ahogada por el vacío,
acosada por la gente
que la hacen sentir el ardor de la ira.

Este animal feroz y loco, anda suelto
clavando exquisitamente sus dientes.
Yo le agradezco que haya mordido mi vida,
ahora, puedo revivirla cuando quiera.

Poligamia

Los besos exactos y precisos
crean felicidades que tienden al infinito.
Los largos brazos de un coseno me enredan,
me veo inmersa en signos y números.

Las letras llegan suaves como caricias tímidas
luego constantes y embriagadoras de amor.
Las palabras vierten pasión por doquier,
impregnando mis paredes de recuerdos.

Del cero al éxtasis exponencial
del blanco a lo psicodélico.


Las letras saben esperar,
no puedo esperar por ellas.
Los números son impacientes,
se desgarran de desesperación.

El tiempo me acusa de adulterio,
es un necio, un despiadado,
un monógamo imbécil.

Noche de "Aprendizaje"

Nos desconcierta la idea de "invertir" el tiempo en un objetivo que nunca podría llegar, y no por nuestra culpa sino por la muerte, nos perturba porque esa lista de cosas por hacer se extiende mientras el tiempo va pasando y tomamos caminos que nos van alejando de la fantasía y de la realidad, nos llevan a una indiferencia y egoísmo detestable. "Aprendí a ser formal y cortés, cortándome el pelo una vez por mes"

No queremos a quienes viven en "felicidades absolutas" sin ver más allá de esos cristales que solo muestran su reflejo: sus mismos rostros de falsa felicidad, pero que bajeza mostrarse triste y dudoso, sonrían! No queremos que hablen con indiferencia de la música o de la literatura. No queremos despreciar detalles que se vayan resentidos y más tarde lleguen a burlarse de nuestra monótona vida. No queremos tener un corazón de cables y frío metal, un cerebro programado con algún maravilloso sistema imposible de comprender, tampoco queremos tener sangre verde: ácido que quema la vida. NO!!!!! "viento del sur, oh lluvia de abril, quiero saber dónde debo ir. No quiero estar sin poder crecer , aprendiendo las lecciones para ser"

No queremos que nos enseñen a pensar "correctamente", queremos que nos enseñen a criticar, no queremos que pongan un techo gris y nos hagan olvidar la luna. No queremos que nos lleven como ganado hacia el modelo de nacer, crecer, estudiar, trabajar y morir. "Y tuve muchos maestros de que aprender, solo conocían su ciencia y el deber, nadie se animó a decir una verdad, siempre el miedo fue tonto"

Queremos salir a caminar por calles sucias y pasillos escondidos, queremos ver rostros que se expresan libres y nos hablan de su aprendizaje. Queremos escuchar voces que son marionetas de pensamientos distintos, que olvidan los caminos asfaltados y deciden ir cortando ramas y cruzando ríos. Queremos vivir....

Abejones


Vemos los momentos convertirse en una araña, una hormiga o una luciérnaga que un niño toma y encierra en un frasco, pone la tapa y lo guarda. Por unos días no olvida su nuevo tesoro; lleva el frasquito en las manos siempre, lo pone al lado de la cama antes de dormir y cada media hora golpea las paredes para asegurarse que aún vive. Pero como tantas cosas que dejan de importar, el frasco comienza a quedarse en una esquina. Se abandona como se abandona una canción, un libro o una taza sucia del desayuno en un cuarto deshabitado.

Hoy escuché una canción, y recordé cuando la descubrí. Pensaba en otras cosas que el tiempo fue convirtiendo en patas y alas hasta crear un abejón que guardó en un frasco sin tapa. Ahora nada más puedo recordarlo, como recuerdo cuando mi hermano tenía una familia de abejones en un frasco. Seguro que este instante será una palomilla necia.

Tangos asesinos

Con cada canción te entregas más a la tristeza,
y sé que en cada noche escarbas en tu memoria
y buscas respuestas a preguntas absurdas.

Y cuando escuchas algún tango
sentís como se resquebraja algo:
tu estomago, tu corazón, tu mirada, tu cuerpo.
porque esas melodías que entonabas entre risas
son inicios de este final que hoy sufrís.

Mi mirada te invita a caminar y reír
pero vos sonreís con tristeza en los ojos
entonces mi mirada ya no es la misma
y te lanzo una de esas que llevan los tangos más tristes.

¿Soñamos olores?

"...como sueño era curioso porque estaba lleno de olores
y él nunca soñaba olores"
Julio Cortázar
Pedía a gritos que apareciera un silencio adormecedor. Un silencio que pusiera fin a sus pensamientos perturbadores. Pensamientos que como un álbum de fotos viejas, le mostraban imágenes amarillentas y carcomidas por el tiempo. Imágenes que a su vez le gangrenaban sus días, y lo llevaban a vagar de calle en calle, buscando respuestas a preguntas que aún no había formulado. En su delirio, no había mas mundo que el de su cabeza. Solamente existían calles oscuras y sucias, alguna vez pisadas por la gente que camina hacia algún punto. No como él que se arrastraba hacia donde fuera, sin llegar y sin ir, así como se derrama un vaso de agua en el suelo y se esparce hasta donde se lo permite. No tenía otro cielo más que ese firmamento grisáceo, donde las nubes se unían y se separaban, de la forma más absurda, solamente para deleitarse con su sufrimiento ante tanta impotencia, ante tanta burla, y ni hablar de los pájaros, que de esquina en esquina entonaban sus desgracias, y estas retumbaban en su cabeza, una y otra vez, hasta el anochecer. Cuando la ciudad se sumergía en la oscuridad, podía divertirse algunas horas jugueteando con las sombras, tratando de besarlas, tratando de tocarlas. Hasta que de nuevo el miedo lo enloquecía y se empeñaba en encontrar un lugar donde esconderse de los miedos que él había creado.

Alucinaba sonidos, alucinaba imágenes. Las sensaciones; el temor y la desesperación eran solo producto de sus invenciones.

Cada vez era mas frecuente. Al dejarse caer en las garras del sueño, estas se comenzaban a pasear por su piel, a hacerle pequeñas incisiones en los puntos más sensibles, pasaban las filosas uñas cerca de su cuello, más cerca de sus ojos y de sus labios. Lo conducían por estrechos callejones con marcas de sangre seca, y lo llevaban a ser este hombre infeliz y sombrío.

Pero con el pasar de las noches, había conseguido algo fascinante, en su propio sueño lograba conseguir darse cuenta que no pasaba de esto; bastaba con oler cualquier cosa y al no percibir olor sabía que no podía ser realidad. Su buen olfato era una característica sobresaliente, así que tenía que ser un sueño. ¿Cómo soñar con olores? No lo creía posible. En sus sueños; las hojas, los pájaros, la suciedad, su cuerpo y los charcos no tenían olor. Puede parecer enfermizo y ciertamente lo es, pero esperaba con ansias el momento de dormir para sentir el placer de dejar atrás el pánico con la ausencia de los olores, burlarse de sus propios sueños. ¿Invenciones mentales? ¿Qué tanto es real, qué tanto inventando?

Las garras aparecieron. Las sentía subir desde las puntas de los dedos de sus pies, pasaban amenazantes por sus piernas y llegaban a su espalda, tomaban sus brazos y se colgaban de su cuello. Comenzaban a adueñarse de sus sueños, las garras lo tomaban y con suaves pero constantes movimientos comenzaba la tortura. Entonces aparecía en el mismo escenario de siempre, caminaba y todo a su alrededor lo infectaba de pánico. Era de día y el día siempre era peor. Las calles, el cielo y los pájaros que se burlaban. Un incienso en la mesa de un café, ahí estaba la solución al menos en este sueño, lo encendería y el humo sin olor lo tranquilizaría. Entonces acercó una llama y olor del incienso lo aturdió.

Suposiciones, música y humo

"...y quiero que me perdonen
por este día
los muertos de mi felicidad."
Silvio Rodríguez
Se sentó con una botella de cerveza, un vaso, una caja de cigarros, una candela derramada en la mesa y tres extraños con los que no habló mientras estuvo ahí. Él cantaba con voz baja pero con gestos muy fuertes que se pronunciaban en sus ojos, en su boca, en sus manos, en sus cejas, en su frente y en su nariz. Cuando no cantaba, tomaba cerveza de su vaso, talvez con sabor a jabón, siempre es mejor la cerveza en botella. Vestía de negro, quizás estaba de luto porque tenía el corazón como ceniza de cigarro o puede ser que esa noche quisiera vestir así sencillamente por eso, porque quería vestir así, como yo, como muchos. Aunque yo quisiera pensar que era por luto, había muchas personas que vestían de negro. Otras de gris, café, azul o cualquier color que en la oscuridad parece negro. Pero él usaba una camisa negra, estoy segura. Y entre tanta descripción física necesito hablar de lo que me interesa. Necesito hablar de lo que yo veía entre figuras de humo y canciones con guitarra; él estaba triste. Y entre un ojalá y otro, se moría. ¿Y quién no?

A veces me gusta observar a la gente, guardar cuidadosamente cada mínimo detalle. Debo de aceptarlo, me obsesiona tratar de saber cual(es) sentimiento(s) cargan en ese momento. Por eso me fijo en cada gesto, en las palabras –aunque sean pocas-, en lo que observan y de que forma, en el brillo de los ojos, en la forma de sonreír, en el tono de la voz, en cómo se llevan las manos a la cara. Araño cada detalle para lograrlo, me gusta colgarme de algo insignificante para encontrar un dato importantísimo, según mis alucinaciones. Al pensar y escribir esto me siento como el don José de Saramago… Es un placer raro. Pero no me gusta hacerlo con personas que normalmente llamarían la atención, es mucho mejor con quienes pasan desapercibid_s, sin dejar mas rastros que cenizas y formas circulares de agua en una mesa de madera, una silla vacía.

Volviendo a quien trataba de dejar perdida esa tristeza, esa melancolía desesperada, evaporar ese algo que le inundaba los ojos, para que entre la oscuridad se confundiera con el humo asfixiante de tantos cigarros, y en un descuido de esa multitud gaseosa salir con la cajita y no volver. Porque un par de veces se levantó, con su vaso pero sin sus cigarros, la botella vacia, entonces rápido regresaba porque ellos lo esperaban. Del otro lado alguien me hablaba. ¿Cuál es esa palabra que andas buscando? Amarillo. ¿Amarillo? Si. Pero vos estás loca, amarillo, risas. Yo sabía lo que me iba a preguntar, y antes de que pudiera hablarle para evitarle la pregunta, la hizo. ¿Y para vos que significa el color? Mirá que puedo decirlo de varias formas. Ya es suficiente descriptivo, le dije. Entonces alguien tocó de nuevo la canción que contiene esa frase, esa frase que debo repetir todos los días, por consejo, repetir solo para mí. “Y soy feliz porque soy gigante”. Cantó Silvio, cantó alguien, dijo alguien, yo lo repetí, alguien lo volvió a cantar, entonces nos miramos porque esa era la frase. Y enredadísima entre preguntas y mis respuestas cortas, que eran apenas algo más que un gesto, miré la mesa y ya no había una caja con cigarros que esperan. Talvez se evaporó, pero espero que haya salido justo a tiempo después de ese cambio físico, porque de lo contrario el humo combinado con ese algo se comenzaría a impregnar en su ropa, en su piel y en su cabello, con un poco de agua y jabón es suficiente para quitar el olor más tarde, pero esa misma madrugada la mezcla gaseosa entraría por sus fosas nasales, entraría por cada poro. Ya sabemos lo que pasa. Despertaría peor porque esos gases melancólicos son bastante vengativos y harían estragos en su cuerpo. Espero que haya salido a tiempo. Yo no me di cuenta hasta que miré la mesa y ya no había una caja con cigarros que esperan, porque alguien del otro lado me hablaba y decía: La melancolía es más linda que la felicidad, pero si no la sabes manejar…y señaló hacia el suelo. Que yo estoy bien. Él no lo creía, pero no podía decirle que estaba haciendo un experimento con emociones ajenas. Entonces miré la mesa y ya no había una caja con cigarros que esperan, eso es importante por eso lo escribo tres veces. Un rato después me levanté, cuando volví, por diferentes cambios de espacios y ubicación de cuerpos que se dieron en mi ausencia, me vi obligada a sentarme en la silla que hace un rato ocupaba alguien con camisa negra, que cantaba en voz baja pero con gestos muy fuertes.
Y que alguien cante algo de Fito o de Charly.

Calle y reflejos

La lluvia cae lentamente sobre el asfalto. Las luces de los carros, de las casas y de los anuncios se reflejan en el agua que se va acumulando en las aceras y en las calles. Ver esas luces tan quietas, apacibles y tristes mientras en la calle todo se mueve rápido, el bus avanza dejando atrás muchas de ellas y yo continuo buscando nuevas formas y tamaños, sentimientos y pensamientos. Pero yo no viajo en el bus ni al ritmo medianamente veloz con el que se mueve, yo me quedo en cada luz que se refleja en el suelo, me quedo bailando con esas gotas que caen lentamente, simplemente existiendo y siendo lo que son, sin pensar en lo que serán ni en lo que han sido, solamente existiendo en esa fracción de segundo, bailo con ellas para sentir lo mismo. Olvidando todo lo demás. Olvidando todo lo que podría pasar o no pasar; sin embargo, no hay momento en el que lo piense mas, talvez porque dejo de pensarlo y me convierto en ello.

La lluvia cae y todo continua. La gente camina, la gente corre, la gente siente, piensa, sufre y sonríe también. Pero la lluvia, las gotas, las luces tristes en las calles se mantienen y esa mezcla seguirá provocando esa sensación cada noche hasta que el sol llegue, evapore el agua y haga desvanecer las luces tristes que se reflejaban en la calle.

Es un misterio ver como una noche una calle puede verse tan alegre, tan hermosa, casi mágica, y unas cuantas noches después la misma calle se ve tan triste, nostálgica, casi asesina. ¿Por qué? Igual hay lluvia, voy en el mismo asiento y con una diferencia de dos horas. Pero la calle se ve distinta, ya no es la alegría de algo nuevo por descubrir, es la tristeza a la que nos lleva la incertidumbre de no saber que tanto se pueda descubrir... Es ese misterio en el que todos nos enredamos y nos sumergimos, como pequeñas gotas en un charco...

LUCESCIT

Antes de ver o de escuchar, siento. Siento como la noche comienza a ser un ayer, que desde hace horas ya lo era, solamente que necesitaba ver el cielo diáfano para darme cuenta. Lo noto sin ver y sin escuchar porque el frío que siento en mis pies es distinto al que sentía hace unos minutos, es un frío fresco y delicioso, distinto al de la noche que es punzante.

Entonces me levanto y camino –ahora siento más frío en mis pies- hasta llegar a alguna ventana, mientras camino escucho como cantan los pájaros, con tan solo unos cuantos rayos de sol ellos saben que es hora de continuar y amablemente me avisan que debo de hacer lo mismo, pero es difícil ser como ellos cuando sus cantos apenas me indican que debería de ir a dormir, o al menos hacer un intento.

Me siento en el sillón y corro las cortinas para poder ver el cielo. Aún todo es azul, ese azul que desde hace años me hace esperar y esperar tan solo para tener el placer de estar despierta en esos cuantos minutos en los que todo se tiñe. Viene desde arriba, entra por mi ventana si yo se lo permito -es bastante educado- y comienza a dar color a las paredes, un azul fresco, un azul con ganas, un tanto nostálgico si se quiere, pero hoy no es para eso. Y con su color llega ese frío que nos baña, en cierta forma renueva y si hay un poco de sueño lo hace desaparecer rápidamente entre la oscuridad que aún queda. Pero a estas horas todo cambia apresuradamente, y el azul también se va. Un minuto cambia muchísimo el paisaje, creo que el amanecer nos muestra de una forma bastante clara la actitud que deberíamos de tener durante todo el día: ver en cada instante los colores que hay, porque rápidamente cambian y tendremos que esperar mucho para talvez verlos de nuevo. Seguramente olvidamos hacerlo porque pocas veces vemos amaneceres.

Los colores fuertes del cielo nocturno parecen perder su densidad, y lo que queda se esparce como polvo –casi gaseoso- por todo el cielo. Veo agujeros que prometen espacios más allá de las nubes, pero apenas me dejan ver la luz que hay en ellos, y es suficiente. Hay diminutos espacios de luz brillante y fuerte, que buscan un lugar entre tantas nubes, pero con el pasar de los segundos estos espacios se van expandiendo y cada vez consumen un poco más de oscuridad, hasta llegar al punto en el que la oscuridad es la minoría, no es necesario mucho tiempo para que no quede ni un rastro de la noche. De la Luna y el Sol, no sé nada, me he dedicado a las formas, colores y sensaciones, pero sé que estos son tan solo efectos de los astros.

El cielo completamente claro. Ya no es el azul el que entra por mi ventana sino esos rayos de sol penetrantes que se cuelan por cualquier rendija y hasta me permiten ver la danza de esas pequeñitas partículas que parecen ser polvo. Esa danza que en la niñez me deleitaba contemplando a media mañana. Ahora puedo ver las hojas de los árboles, verdes y limpias, mientras entre rama y rama el blanco del cielo no pierde oportunidad de hacerse ver aunque sea en un mínimo espacio. Las hojas de las ramas se mueven lentamente, con tanta armonía como el proceso de cada mañana, se mueven y se dejan seducir una y otra vez por la brisa fresca, se dejan seducir un poco más hasta entregarse completamente y seguir sus pasos, sus movimientos y sus ritmos. Si observo un poco más, puedo divisar la línea, esa línea que llevo años siguiendo, la línea de unión -¿o división?- del cielo y las montañas, parece que esta compuesta por millones de puntos que se atraen fuertemente. Es casi mágica y me hace pensar que entre puntos y puntos se encierran misterios, historias, miradas y letras.

Sigo mirando completamente absorta en el cielo y cada mínimo cambio que hay en él, hasta que de pronto pasa un hombre caminando por la acera, seguramente va para su trabajo. ¿Qué día es hoy? ¿El hombre irá mirando el cielo o el asfalto húmedo? Debería de salir y decirle que mire hacia el cielo, por si acaso sus ojos solo se detienen en sus pies, entonces quito la mirada de la ventana y volteo. Todo esta oscuro. Las paredes, los muebles, los objetos, los espacios, los libros, los vasos y las hormigas parecen formar un solo cuerpo, oscuro y dormido. ¡Que contraste! Afuera una luz fuerte, adentro una oscuridad sigilosa. Abro las cortinas. Creo que debería de ir a escribir, a dormir, a leer, a pensar, a escuchar, a soñar...