Cuando estemos muertos pensaré en la cobardía,
en los barcos que no construí,
pensaré que hay distancias más tristes que las carreteras
y que los puentes de nubes fueron nuestra peor mentira.

Cuando estemos muertos pensaré que siempre lo supe:
que cualquier cosa llegaría antes, mucho antes,
de que fuéramos valientes, de que fuéramos descomunales.

Cuando estemos muertos sabré que ya es tarde,
que el error no estaba en ser nostálgicos o fatalistas,
sino en haberle creído todas las mentiras al futuro que no llegó.

Detrás

Una de estas calles parió la nostalgia.

De la maceta






Ayer tuvimos un papalote-flor,
apareció sin darnos cuenta ni sembrarlo.
Lo regamos con medusas
porque los papalotes comen animales así de tristes
y yo no conozco flores que no sean carnívoras.

Si lo hubiéramos plantado en un vagón
habría huido cuando la tierra se inundó,
y cuando los edificios cayeron
se habría ido con los trenes migratorios.

Pero el tiempo nos embistió,
nos cayó como avión herido en pleno vuelo
peor que aguacero de herrumbre.
El papalote-flor no cruzó las nubes,
no fue pájaro cósmico ni siquiera llegó a la torre,
no dejó jardín en ojos ni tejados,
se murió junto con toda la ciudad.

Ayer tuvimos un papalote-flor
pero el tiempo es ave hambrienta
y nunca hicimos espantapájaros para la fatalidad.