Relleno de un contorno

Encapotados con harapos de luz y oscuridad
están los tiempos y destiempos,
esa aleación de contornos que roe los ánimos,
y una sombra, sonaba como los peces que volaban sus ojos,
alguna se deshojaba como la demora de sus pies
o como sus días enlutados a fuerza de lluvias,
alguna evocaba los faroles que cargaban sus brazos
y otra, casi, se deslizaba como las cercas de su cuerpo.

O yo les delineaba la forma del ayer,
les pulía el paso del tiempo para naufragar en otros días,
para que se acercara con ritmo de luciérnaga,
para creerlo una nube intocable como el mercurio de sus pupilas
y saberlo acercándose como danza indecisa de las hojas;
para ir a los días con olor a noche sin tiempo,
para descobijarse de la soledad
y arañar el tiempo con las espinas de un beso,
para fundir en horizontes las agujas de los relojes,
para descolgar los murmullos del silencio
y engancharlos en las cuerdas de sus labios;
para ir a donde la luz corría a la velocidad de la brisa,
para no saberlo lejos
y lejos la certeza de mis tardanzas,
y el tacto de su olor cuando el cielo rugía,
lejos los recorridos que fluyen a su retina
y la lluvia que originó el exilio del tiempo;
para habitar los crepúsculos que enlazaban sus átomos
y no mirar más allá del suelo, ni de las paredes,
para no espantarse al descubrir el origen de las sombras
y entonces no encontrar los abismos de su rostro,
para no levantar la vista
y descubrir que la silueta que mentía besos,
era, tan sólo, el ceño de la fatalidad que había llegado.

♪ Grettel ♪ Carlos Varela ♪

Los lobos de Jim Morrinson vienen hacia aquí,
las cartas del Tarot solo me hablan de
y es que ya no hay razón para quedarse aquí
si en todas partes todo me conduce a ti.

Grettel
cuando no estás aquí,
todo se desvanece.
Grettel
si no estás en mí,
el día no amanece.

Esta ciudad se vuelve más difícil aún
más oscura, más sola
y es que nada es igual como cuando estás tú
por eso estoy ahora.

Grettel
cuando no estás aquí,
todo se desvanece.
Grettel
si no estás en mí,
el día no amanece.

Toda la lluvia un día puede caer,
como el dinero, como el poder,
pero tus veinte años ya lo saben muy bien
que ha pesar de este mundo yo no quiero perder.

Los lobos de Jim Morrinson vienen hacia aquí,
las cartas del Tarot solo me hablan de
y es que ya no hay razón para quedarse aquí
cuando todo, todo, todo, me conduce a .

Grettel
cuando no estás aquí,
todo se desvanece.
Grettel
Si no estás en mí,
el día no amanece.
al menos para mi
al menos para mi.

Un diecisiete

Entonces la noche se refugiaba entre asfaltos perpendiculares. Y entre noventa grados la lluvia era un éxodo de memorias, la gente volaba y el acero rodante eran rápidas tortugas que dejaban un hálito de luz en el viento. Ese mismo viento que era una confusión rítmica de techos, de susurros desconocidos, de verbos y del cosquilleo del agua en las luces. Y aquello era como despoblarse del tiempo, olvidar que el pasado entumece presentes y que el futuro condena días que quizás no lleguen; era el olor de la ausencia del tiempo y llenar ese infinito con esas cosas que no se sienten cuando llegan, como la lluvia que se va posando en la piel calladamente pero no deja de mojar. Y es que hay cosas que sacuden sólo cuando están lejos, y es que hay asfaltos perpendiculares que aunque no se derrumban, no existen más de una vez.

Ojalá presagio de Abril

Porque estos días van ahuecándose en los talones para dejar que se filtre algo así como un amarillo cálido, algo así como el olor del pasto en el pelo. Porque a veces hay que quitarse el imánmelancólico de las uñas, del andar y de la retina. Hay que dejar los ecos tormentosos que van dictando el temporal que se estrella en las hojas y que desde cualquier rincón de papel anda llamando a los voladores dolientes. Porque a veces hay que dejar ese inútil juego de adivinar pensamientos que termina en tortura cerebral y corazones huyendo por la espalda. Porque a veces hay que dejar los versos de obituario y hacer de la noche una niña que corretea para sentir la brisa y que por recoger flores amarillas pierde el tren; pero no le importa.

Otro lugar

Saberte en algún lugar del tiempo que encierran los telones de tu mirada, encallando tus pies en un cielo que das al sol por cama. Saberte cantando pasadizos donde tu boca se abandonará en cualquier textura, cualquier fatalidad. Saber tus manos huérfanas, mientras las mías te trazan con palabras que mas tarde serán la respiración de tu ausencia, un dibujo de letras mal hechas, tan intangibles que me llevan al abismo de esparcir muchas más.

Hoy

Ayer que todavía el día deambulaba con los guiños de la noche: las estrellas. Cuando la oscuridad no había caducado lo que insita a ladear la vida al lado contrario del desconsuelo, eso que hoy no sé nombrar. Ayer que los árboles no lagrimeaban lo que no está. Ese mínimo lapso en el que las manos escriben sin humedad y cuando aún el tiempo no hace titubear a la certeza.

Ayer cuando las flores no dejaban caer sus brazos como protesta por no tener algo que deshojar, por no tener un néctar llorado por la soledad vencida. Es tan pronto que comienzan a doler los cometas en los ojos, lo que espanta a los demonios que vierten el desamparo en el limite de la piel, lo que fumiga a los insectos que provocan las lágrimas para luego beberlas, ya sentidas, ya dolidas. Ayer, efímeros intervalos que se arrancan de los hombros las esperas: un beso, un poema...

Tiempo en el bolsillo

Mis párpados no serán relojes de arena de tus deshoras,
no voy a robar monedas para viajar al malabarismo del viento,
tampoco amontonar los rayos de sol que llora la ventana que no tengo,
ni voy a esperarte,
porque yo no quiero anclar mis ansias en los dientes del cielo,
y deshojar tus tropiezos.

No quiero eso de aplazar versos,
por si las nubes y los corales llegan a ser lo mismo,
por si los fracasos vuelan como la brisa,
o por si los susurros se descongelan y rozan tejados.
Eso de ahorrar besos por si naufragas cerca de mi desvelo
o engañar tardes para luego ahuyentar la noche.

Yo no quiero eso de ser un andén,
pero hoy, voy a amontonar incertidumbres
mientras deshojo tus silencios.

No dejamos

No nos dejamos una carta que convulsione despedidas
o que atente a que las palabras se vuelvan llorosas,
ni dedos que agiten al viento como anuncio de lejanía,
ni sonrisas caídas, ni un aroma al final de un susurro.

No veo tus ojos maullando un hasta luego
y entonces me duelen las esquinas que acariciabas,
lo que germinaba de aquel andar,
las mentiras que nos sonreíamos.
Es que te vas en silencio,
sin gemir la dolencia de una luz,
ni una huella más en los recuerdos,
ni regalar una mirada al sol muerto,
sin un llanto simétrico,
sin tan siquiera, arrugar la voz.

Ya no despojaremos al tiempo un paso más,
para luego florecer dolores,
no tocaremos un callejón,
ni las canciones que nos zurcían.


No nos dejamos un gesto que murmulla soledades
ni un beso que silbe un final,
no nos dejamos despedidas ni ausencias:
sólo recuerdos anclados en la vida.

Huida

Ya me va doliendo en la espalda. Este nudo de asperezas y caricias anda quedándose atrás, como disimulando el abandono, como insinuando una despedida. Este híbrido de pasados y futuros que llaman corazón.

Ya voy sintiendo como se queda atrás y sigue apenas por inercia. Peor que mi cuerpo llevado a veces por el tiempo y otras por la brisa.

Va caminando más lento, como queriendo salirse por la espalda, esperando que yo lo olvide al andar. Quiere quedarse en la cama sin las horas que pasan como rasguños de la soledad, quiere quedarse entre las hojas donde las tardes no dejan caer las lágrimas ni en la boca ni en el silencio, quiere dejar de andar con este cuerpo que tiene menos ganas que el desgano. Sujetarse de cualquier noche y no partir a una mañana adolorida por el sol. Tiene ganas de quedarse contra una pared o contra el tiempo, sollozar hasta que lo silencie el sueño o el cansancio. O un susurro. Pero hoy se va saliendo por mi espalda, se va quedando atrás.

Anoche

Esto de alimentarse de versos llorados, de cantos tan húmedos que hasta se evaporan con el frío de la luna. De esperar trenes para colgarse de un recuerdo con aroma a dolencia y luego arrastrarse con todo y tristezas hasta lo que yo quisiera que fuera un andén.

Esto de los besos tan besos, que duran lo que duran. Tangibles como el aire, como atrapar una mirada con un nido de noche. Esto de pedirle compañía a la soledad. De que cierta calle con gesto de callejón duela de vez en cuando, apenas como una astilla en el dedo.

Esto de saber que todo pasó ayer, y aún no ha pasado nada. Esto de sentir un futuro no en blanco, sino hueco.

Ventanas II

Debí de haberlo hecho.
Ya no hace falta pensar que la frecuencia de sus pasos se debe a un patrón matemático que se va colando entre asfalto y llantas, tampoco tan fatal como recordar apenas unas horas turbias, seguro llorosas y saber que se van como una brisa de nunca más.

Lo fatal llegó con una repetición, que lejos de ser patrón, es una necedad increíble del nunca más paseándose amenazante entre la tarde y la noche. Repetición, yo que la creía imposible y ahora, la sorpresa ha quedado en harapos y cada vez se parece más a la rutina que también me susurra un si lo hubiera hecho...

Y entre tanto arrepentimiento de quedarse inmóvil con las palabras en la punta de los dedos, y entre nada que es todo lo que ha pasado; hay un sueño como inspirando algo no tan desalentador. Sueño con las gradas de la iglesia de siempre, con una camisa de cuadros, con una libreta y con una voz que me decía: ¿Te acordás que yo escribía? Te estaba preguntando y vos no te diste cuenta. Peor aún, porque si eso fuera cierto, yo debí de haberlo hecho. Si hubiera dejado una borona de papel con una insinuación de palabra...

♪ Necesito ♪

Sui Generis

Necesito alguien

que me emparche un poco
y que limpie mi cabeza
que cocine guisos de madre
postres de abuela y torres de caramelo

Que ponga tachuelas en mis zapatos
para que me acuerde que voy caminando
y que cuelgue mi mente de una soga
hasta que se seque de problemas
y me lleve...

Y que esté en mi cama
viernes y domingo
para estar en su alma todos los demás
días de mi vida

Y que me quiera cuando estoy
cuando me voy, cuando me fui
y que sepa servir el té, besarme después
y echar a reír

Y que conozca las palabras
que jamás le voy a decir
y que no le importe mi ropa
si total me voy a desvestir...
para amarla

Necesito alguien
que me emparche un poco
y que limpie mi cabeza
que cocine guisos de madre
postres de abuela y torres de caramelo

Si conocen alguien así,
yo se los pido
que me avisen porque es así totalmente
quien necesito...

Quizás en Setiembre

Y ahora mi vida y mi destino
no son más que un callejón sin luz.
Carlos Varela


Miércoles que comienza a saber a medianoche, miércoles que sorprende a un jueves con sollozo de tren. Era un tiempo con rostro de presagio y manos de recuerdos, por eso escribía desconsuelos. Y quizás era setiembre porque las ciudades se abrazaban con las carreteras y los buses hormigueaban las noches y el agua. Recuerdos que llegan con un dolor casi fraternal: el callejón descubierto por un poema, las ilusiones y fracasos que pululaban en una espera o una canción que salpicaba costuras y distancias. Setiembre con algo de dulce, apenas para sentir más el amargo en el que se diluían las tardes.

Y después los labios en un bolsillo, también un agujero. De leer arrugas, de desplomar las manos en una acera cuando dolían las horas y de noches que renunciaban a la madrugada. No era setiembre, ni hoy, ni ayer; era martes. Profanar lugares y algún verso.

De un día a otro, si la semana tuviera pasos de cangrejo.

Pieza extraviada II

...ya espantaste palomas cuando huías de tu susurro azul,
cobijaste eneros con una batalla de esperas
y ya han sido muchos tus ruegos a labios cósmicos. Ya...

Ventanas

Las agendas no me gustan. Pero luego sacó una libreta y una pluma; y mis letras que ya seguían el ritmo de los huecos de la calle, se amordazaron y ya no sé qué quisieron decir; sin sentido y mal hechas. Era inevitable espiar lo que haría con su pluma, y yo que no sé disimular y además no me esfuerzo.

Cuadrados, rectángulos. Ventanas. Y yo seguía con mi cuaderno en la mano, con el lapicero en la otra. En su libreta se estrella un ¿Qué pasa? y tanta gente. Ideas anclándose entre asientos verdes, miradas que se quedan pegadas en la suciedad de los vidrios; tantas, tantos. Y las seis ventanas. Pero ahí mismo quedé, en todos los sentidos.

Yo, con un cuaderno y un lapicero en las manos. Con ganas de escribir algo, arrancar la hoja, dejarla ahí, tomar el bolso y salir. Morirme de la risa mientras bajaba las gradas del bus.