Relleno de un contorno

Encapotados con harapos de luz y oscuridad
están los tiempos y destiempos,
esa aleación de contornos que roe los ánimos,
y una sombra, sonaba como los peces que volaban sus ojos,
alguna se deshojaba como la demora de sus pies
o como sus días enlutados a fuerza de lluvias,
alguna evocaba los faroles que cargaban sus brazos
y otra, casi, se deslizaba como las cercas de su cuerpo.

O yo les delineaba la forma del ayer,
les pulía el paso del tiempo para naufragar en otros días,
para que se acercara con ritmo de luciérnaga,
para creerlo una nube intocable como el mercurio de sus pupilas
y saberlo acercándose como danza indecisa de las hojas;
para ir a los días con olor a noche sin tiempo,
para descobijarse de la soledad
y arañar el tiempo con las espinas de un beso,
para fundir en horizontes las agujas de los relojes,
para descolgar los murmullos del silencio
y engancharlos en las cuerdas de sus labios;
para ir a donde la luz corría a la velocidad de la brisa,
para no saberlo lejos
y lejos la certeza de mis tardanzas,
y el tacto de su olor cuando el cielo rugía,
lejos los recorridos que fluyen a su retina
y la lluvia que originó el exilio del tiempo;
para habitar los crepúsculos que enlazaban sus átomos
y no mirar más allá del suelo, ni de las paredes,
para no espantarse al descubrir el origen de las sombras
y entonces no encontrar los abismos de su rostro,
para no levantar la vista
y descubrir que la silueta que mentía besos,
era, tan sólo, el ceño de la fatalidad que había llegado.

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