Ventanas II

Debí de haberlo hecho.
Ya no hace falta pensar que la frecuencia de sus pasos se debe a un patrón matemático que se va colando entre asfalto y llantas, tampoco tan fatal como recordar apenas unas horas turbias, seguro llorosas y saber que se van como una brisa de nunca más.

Lo fatal llegó con una repetición, que lejos de ser patrón, es una necedad increíble del nunca más paseándose amenazante entre la tarde y la noche. Repetición, yo que la creía imposible y ahora, la sorpresa ha quedado en harapos y cada vez se parece más a la rutina que también me susurra un si lo hubiera hecho...

Y entre tanto arrepentimiento de quedarse inmóvil con las palabras en la punta de los dedos, y entre nada que es todo lo que ha pasado; hay un sueño como inspirando algo no tan desalentador. Sueño con las gradas de la iglesia de siempre, con una camisa de cuadros, con una libreta y con una voz que me decía: ¿Te acordás que yo escribía? Te estaba preguntando y vos no te diste cuenta. Peor aún, porque si eso fuera cierto, yo debí de haberlo hecho. Si hubiera dejado una borona de papel con una insinuación de palabra...

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