Hoy

Ayer que todavía el día deambulaba con los guiños de la noche: las estrellas. Cuando la oscuridad no había caducado lo que insita a ladear la vida al lado contrario del desconsuelo, eso que hoy no sé nombrar. Ayer que los árboles no lagrimeaban lo que no está. Ese mínimo lapso en el que las manos escriben sin humedad y cuando aún el tiempo no hace titubear a la certeza.

Ayer cuando las flores no dejaban caer sus brazos como protesta por no tener algo que deshojar, por no tener un néctar llorado por la soledad vencida. Es tan pronto que comienzan a doler los cometas en los ojos, lo que espanta a los demonios que vierten el desamparo en el limite de la piel, lo que fumiga a los insectos que provocan las lágrimas para luego beberlas, ya sentidas, ya dolidas. Ayer, efímeros intervalos que se arrancan de los hombros las esperas: un beso, un poema...

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