Dolores cardinales

Hoy que los mares son sombras de paraísos heridos
y las fronteras son manos estáticas del tiempo,
que el aire no es otra cosa que distancias desveladas,
y los tejados son animales desarraigados de aromas,
entonces; vislumbro el mapa de mi dolencia.

Entre las escalas que mutilan mi risa,
veo cómo la ciudades son grutas en lo inhóspito de los labios
y las cuevas son poros de la tierra donde el sol hiberna,
cómo los ríos sedimentan la piel con fósiles nostálgicos
y las selvas son una maraña de luces atenuadas.

Hoy, que la brújula apunta a la ausencia
y su aguja resquebraja el diástole de la memoria,
hoy, que los navíos estrellan sus pies en un muro de destiempo,
que los árboles derriten el cielo para luego sollozarlo
y anclarlo a pedazos en la calle construida por la lluvia,
que los desiertos son el tendón de las madrugadas.

Hoy que el azar no tiene norte ni sur,
sólo una amalgama de tierras y destierros
que estrangula con suspiros a la noche,
ahora, que la soledad ahueca al tiempo
y que los versos cardinales
señalan el deshielo de los ojos.

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