Noviembre

Cuando el estupor del aguacero, era la huida,
y le abría las venas al futuro
arrancándole las pestañas a los relojes,
en aquel abismo sin tormenta ni paz:
el cielo crujía sus piernas acuosas,
y los árboles mecían sus huesos fríos.

Cuando la noche era un lago de versos,
mientras los parques se me desmayaban en las manos
y los astros se despeinaban las alas.

Cuando los miércoles eran caos menos oscuros,
y los días se cosían con música.
Pero la asimetría en el andar:
y la huida se convierte en cueva,
tal como ausencia de milagro amarillo
tal como espectro que se vuelve diciembre
que aflige los párpados
y llora la tinta.

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