Naciente

Quizás, fue una ráfaga de sombras
que hizo de mis manos orugas
y de mis pasos un quejido silente,
o la caída de días sobre otros,
oscureciéndolos, y ya no amanece.

O podría ser, por asesinar relojes
que mis costillas son enredaderas,
por esconder calendarios
que mi voz se destiñe en las tardes;
y ahora, desgajo el cielo:
aire que viene como bandada doliente,
como respiro de nubes muertas;
y ahora, rasguño caminos
mientras grito a los precipicios de mis pies,
como derrumbando las noches, a borbotones.

Quizás, me cayó, como relámpago,
la certeza de la fatalidad:
volar con el cadáver que una mariposa dejó,
ponerme el andar apenado del tren,
la esperanza de la lluvia que calla,
tantos otros rumbos.
Pero la fatalidad no es camino,
es piel del cielo, es la savia del aire,
no es camino, es lo inevitable.

O podría ser,
que me adviene, este sabor,
a huesos sin arreglo,
a espantapájaros de sol,
a oleaje que se me desborda en la sangre,
y busco, sin encontrar, con mi destramado andar,
la naciente negriazul de este desvarío.

1 comentario:

Uno que mira dijo...

este también, de veras, quisiera aprendérmelo de memoria para recitármelo cuando el desgano.