Humedecen al desconsuelo,
con un saludo que es también un adiós,
dibujan alas con susurros azules
y luego al encallar, duele como desteñir la noche.
Animales clandestinos
o fragmentos del amanecer,
que vuelan a las azoteas
para luego lanzarse a la desmemoria
y en el vano esfuerzo,
quedar colgados del tendido eléctrico:
dúctiles nidos de recuerdos desterrados.
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