Gotera

Mi techo fue herido por un meteorito azul,
tras él, viene una lluvia de tristezas
y las gotas explotan como versos urgentes:
luces fragmentadas por sobros de recuerdos,
trenes circulares hacia la melancolía,
manos afónicas de tanto dolerse
y abriles pálidos de tanto sufrir su propia ausencia.

Mi casa es un carnaval despojado de risas,
entre una silla y otra
pasan pájaros llorosos que dejan caer sus lamentos:
desesperanzas como pólvora en el cielo
y flores que germinan de vientos marchitos.

Caen y caen, sujetos de una migaja de agua,
los girasoles desmayados,
los abriles ya cadavéricos.

1 comentario:

Uno que mira dijo...

Tal vez exagere o mienta si digo que es lo mejor que has escrito (que te he leído, al menos), pero es lo que hoy me parece y siento y digo. Pero más acá del ránkin, en todo caso, tiene una dolencia con la que sé comulgar y me encanta; más allá de que intente huir de ella a golpes de insistencia.