Tarde extraviada

Y todo juega a ser lo que no es,
con máscaras de sombra te hacen andar.
Julio Cortázar

Si supiera que hoy el cielo está como queriendo derrumbarse, de cuclillas y amenaza con caer sobre este jardín de colores saturados a fuerza de lluvia. Si le contara que aquella calle, hoy me hablaba de quien había sido, me contaba de sus tantas otras vidas, quizás setiembre. Si le hablara de la nostalgia de aquel tiempo cuando las luces se alzaban como cómplices sobre esta ciudad que hoy es azul.

Si supiera de este viento que me despeina la sonrisa, o de este parque que se extiende como medusa adormecida, con su diagonal que lo corta por la espalda, este parque con sus brazos como árboles acariciando las lejanías del cielo. O si supiera, de estos lagos anclados en los adoquines, con esa profundidad que asemeja la memoria, y en ellos hay tantas palabras ahogándose de sordera, de mudez; es que ya no hay como sacarlas y ponerlas a secar entre la lluvia de este mayo. O si yo pudiera hablarle de estas luces que parecieran transpirar otro tiempo. Es que hoy podría jurar que un ser amarilloazulado aparecerá entre un callejón y una luz. Pero de tanto enlazar lo que ha sido con lo que no tengo, el cielo ya se ha puesto pálido, tan pálido; que ya está negro.

Desconocerse

En ese entonces, te suponía como supongo al color que no ha sido, como supongo al insecto que se alimenta de versos que afloran de las pupilas. Te presagiaba, porque teníamos de por medio una bandada de pasos y miradas atascadas en una misma lluvia. Seguro que las mismas polillas que ahuecan las mismas certezas, que tan duramente asoman sus manitas en esta selva de grietas y dudas. Pero dimos con este aullido del tiempo que se ha visto plagado de momentos con pies de chispazo y por eso fue tan efímero todo lo que se arrancaba de los faros de la soledad, y que derrumbaban esta ciudad tan triste.

Y ese espacio con tintura de felicidad fue siendo tragado por lo mismo que hoy escupe con espanto el recuerdo del desdibujo de los pasos que ya no doy; con espanto, el desconocerse. Porque lo que nunca fui, se va con la nube que le da la catadura a los días. Va dejando una ausencia que se rellena con las caricias fantasmas que canturrean sobre estos días desérticos, este desierto de agua que no requiere de memoria para saber de nostalgia, ella ya está en esta cumbre abismal que llaman hoy.

Reiteración

Debe ser un vendaval que deja los besos en otras arcas, o les muda el sabor, vertiendo espanto en sus nacientes. Entonces, se rompen las comisuras de la risa que se quería tomar como barcaza; los tímpanos del azar se desgajan y cualquier grito se suspende del aire: malabarismo con desesperanzas.

Y hay quien acaricia las heridas con labios de navaja, quien tiene la piel volátil y la lluvia siempre se lleva sus pies, quien siente sus ojos remendados a las nubes y deja en el olvido que como simétrico dibujo, a su lado, hay quien alucina destellos en sonrisas mentidas, a quien se le carcome la vida y se sacude cadáveres de caricias. Hay siempre, un cuerpo que retoma los tejados y nutre sus melancolías con luces secuestradas; y quizás, otro cuerpo con tantas cuerdas como recuerdos existen.

A quien tiene tormentas

Ha de sentir el estómago como guarida de murciélagos grises, sus manos son las ramas sueltas que quedan después de la tormenta; la misma que hace de sus ojos un desierto de remolinos taciturnos. Ha de tener más de un cabo suelto, más de un beso que termina como lo hace la ausencia de las gotas: la lluvia que no canta su llegada, que no adviene con olor a lagos; más de un cabo suelto, como ese beso que trae en la cintura, en empujón. Más de una rotura en los párpados, más de un poema aferrado a sus pies, a fuerza de besos y empujones.

Ha de tener un parque que le cosquillea con cuchillos su memoria. ¡Si hablaran, esos árboles aletargados o estas aceras que son las mismas que tuvieron a quien ya no se es! Ha de tener una esperanza, un disparo de optimismo que el tiempo ha convertido en hiedra con sabor a fracaso.

Tormentas, que caen tan suaves pero llegando a las piernas se afilan la boca, y yace una dolencia más. Porque si no tuviera ni una llovizna, el no tenerla, le embarcaría las noches a un aguacero de vacíos.

Tregua con el tiempo

Tejamos una maraña de noches y días, para que no existan metamorfosis celestiales que hablen de tu andar. O podrías colgarte una sierra de hálitos para que tus pasos ya no sean de colibrí, para que tu baile no sea tan impostergable como el maullido del mar. Podrías dejarte adormecer con la bifurcación que hacen las luces, entre el pasado y lo demás.

Pero yo no puedo quitarme los veleros rotos que tengo en los brazos, yo no puedo arrancarme de los pies los vagones que se detienen en cada puerto de la nostalgia. Ni tragar el vértigo que vas dejando. Ya no intentaré más, amarrarme cometas a las piernas para ir a tu paso. En cambio, podría enseñarte un par de cosas: podría adormecerte con el bolero de las hojas, darte una palomilla que te lleve a la tardanza. Podría, tejer entre tus huesos, un poco de mi destiempo.

Ya

Tendrías estatuas soplando remolinos amarillos, ya tus ojos habrían dejado las prisas para tragar la luna, y ya guardarías recuerdos de más de una noche que no parece de muerte. Pero ese abrazo con las grietas: esa infiltración de dolencias.

Retina

A suspiros del tiempo, tengo la certeza de encontrar, en los ángulos de sus piernas: un rastro de ánimo. Un gesto desmayado en las planicies de una mesa. Y saber que sus ojos llevan un desfile de años, plagado de aromas descoloridos por el destiempo que yo le traigo entre las grietas de los labios. ¿Podría ser tan doliente como esos tejados que se beben las angustias del cielo? O quizás, podría sentirse como una noche con alas en los párpados; claridad que no ha sido.

No son rostros, las manos no están en las patas de una banca, ni podría decir que las tristezas de una silla están revueltas con las migajas que de su cuerpo van cayendo, no imagino que sus ojos tengan un diámetro tan mísero. Su cuerpo entero; es una boca torcida de tanto fruncirse para girar una palabra, un beso, un desanimo; es la mano temblorosa que no sabe donde anclar, son los ojos que se fugan. Su cuerpo entero; es la catadura de algún ser azul, es el intento de algún gesto petrificado en cualquier madera, en cualquier aleación.

Porqué

No es que hoy la piel se llene de pecas traslúcidas o lluvia,
no es que la brisa ondee las manos de lo que no tengo,
ni que el aire esté lleno de besos carcomidos,
no es que la ciudad me arrugue las nacientes de los ojos,
pero hoy el cielo tiene los colores marchitos
y las luces reman entre nostalgias.

No es que tenga espinas en el andar,
ni que un poema se arroje desde la luna
y caiga en mis hombros como el abrazo de una tormenta,
no es que hoy mi mirada se vaya con el vuelo del tren,
ni que los árboles hablen con voces lejanas.

No es que me huela a fatalidades o extravíos,
no es que ande tarareando lutos al viento,
pero hoy mi olor, es de quien fui.