Vendaval

Tengo medusas
entre mis costillas y mi memoria;
a veces soplan aires
que atraviesan mis ánimos,
rasguñan mis ojos,
recogen madrugadas heridas
y las sujetan a mi boca.

Antes soplaban huidas
que me ponían veleros en los pies,
yo corría hasta caer en las risas,
luego me los quitaba
para encallar al borde del atardecer,
entonces bucear entre luces,
entre versos y veredas.
Antes soplaban arcoíris
y teñían la lluvia que caía en mi frente,
como un arrullo de los faroles,
como una caricia de neblina.

Tengo medusas
que a veces balbucean vientos
y la nostalgia camina conmigo,
sin dejarme en soledad o ausencia
y veo libélulas pálidas florecer en mis manos,
huelo el sol como un recuerdo callado,
apenas, como el fantasma de una espina.

Otras veces ellas gritan vientos,
la nostalgia ya se cose a mi ropa,
mientras veo canciones destazadas
y esquinas llorando gatos
como los que antes seguía.
Las libélulas ya son enredaderas
en este desfile de huracanes
que llena el aire de mis tropiezos
y polillas imposibles,
que hacen llover callejones
con sus sombras, sus poemas,
sus estrellas en las pupilas.

Tengo medusas
entre mis costillas y mi memoria,
a veces soplan aires
que atraviesan las horas,
arrancan cielos marchitos
y los siembran en mi boca.

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