Dos dibujos de un tiempo

I Guirnaldas

Le abriste el pecho a las calles
y yo sembré nubes en sus heridas;
entonces sólo bastó una estela púrpura
que derramada en la tarde fue setiembre
que derramada en tus manos fue mi olor,
que fue suficiente,
que me vio deshojar pájaros en tu nombre
mientras ponías estrellas en mi boca
y a la ciudad se le encendían los ojos.


II Derrumbe de las hojas

Tenías viajeros que cantaban
y hablaban de otras ciudades, de otras lunas,
de crujir los mares, de irte.
Yo aplaudí tus cantos, que fueron un adiós
y flores marchitas brotaron
donde antes giraron tus pies.
Entonces cayeron puentes
y nunca dejé de levantar poemas con sus restos,
con rabias y vidrios rotos,
con aquella estela gritando en mi espalda.
El olvido se colgó de las puertas que no ibas a cruzar
y mis poemas fueron barcas en un camino que no sería el tuyo.

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