Encerré un camaleón en un espejo y quise dártelo para que inventaras soles y cielos, pero te vi beber la luna y sus sirenas. Entonces mis ojos se volvieron pálidos y el camaleón hizo un mar en el espejo que una vez le di; así que fui al puerto de la desgracia y lancé tu boca y el neón, lancé las ventanas que tejieron tu voz, las luces que sostenían las calles, lancé las nostalgias y tu boca y el neón. Lancé todas las rocas azules y el camaleón las mordió en sus nacientes del color; entonces mis penas se volvieron luminosos meteoritos y rocas encendidas. El espejo, el camaleón y mis antiguas penas treparon al cielo en una trenza nocturna y el camaleón nadó por los aires hasta darme un caleidoscópico cielo. A veces recuerdo la luna bajando por tu garganta y sus sirenas escalando tus labios; pero giro mi cielo y la oscuridad se vuelve un infinito poliedro.
1 comentario:
bien, bien, qué bonito.
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