Faro o Vida de cualquier verso

Vengo a buscarte, hermano, porque traigo el poema,
que es traer el mundo a las espaldas
Jorge Debravo

Rendija entre la semilla luminosa y el murmullo de luto,
disparo a las dimensiones,
relámpago oscuro que surge de esta puerta,
noche que derriba muros y sacude tintas;
retrato de los ánimos,
las retinas, los fantasmas
las memorias, los cometas,
las esperas y todas nuestras muertes.

Es esa gota camaleónica: poema,
que es tomar al sol por la espalda
para llenarle las pestañas de gatos y estrellas;
que es colgarse del más catatónico optimismo,
o de la nube negra que riega los dientes de león,
como desterrarse de todo mundo
y arrancarse de los huesos, las piedras
que darán origen a un verbo.

Es ir a través de tiempos,
de tardes, de tonos,
de tanto, de todo;
y ser el animal que exija el andar:
tener madrugadas errantes de gato,
ahogarse en corales de olvido, como pez.

Morirse por lluvias enteras,
luego revivir en un surco de la memoria:
destruir con nostalgias
e impulsarse con el giro de un vendaval:
es presagiar tiempos,
presagiar búsquedas y esperas,
lo mismo que soplar a las venas del cielo
mientras se espera que el día mueva las costillas.

Es la mano como pivote de la percepción:
subir en la tinta y despojarse de todo cuerpo
y que nada más exista quien se extiende sobre papel
como lava volcánica que inunda ríos y besa piedras.

Es tomar un acordeón y bailar con los desatinos,
mientras salen las hormigas de la tierra: las letras,
es escurrir la lengua y ver salir bandadas de figuras,
de tinieblas, de elipses,
de olas zurcidas a los pies: de metáforas.

Es tratar de salvarse:
lanzarse a un precipicio de asíntotas que son las palabras,
y apegarse con patas de rana
a la lucidez borrosa que muerde la piel.

Convertir el mercurio en líneas,
y con él, nombrar:
verso que se aferra a una cumbre,
verso que sus pies yacen en una abismo,
verso que va dejando la tinta, la vida:
va cayendo;
es quien se disipa con su propio aleteo,
quien nace donde siempre ha nacido,
y muere, justamente aquí,
donde siempre finge estar muerto.

Soledad oceánica

Donde se versifican las lágrimas para dejarlas explotar en las olas. Este collage líquido de brechas y desiertos que con cada desdibujo de la luna se va poblando más, se va densificando más; más sal que no es otra cosa que recuerdos movedizos en el tiempo y que arden en los ojos y en las grietas. Y esos navíos que van zambullendo sus aletas en este mar de peces con memoria, del que emergen islas de tierra azul, islas que vienen siendo altruismos de la soledad, que antojan árboles, y luego como si se tratara de islas fantasmas, se esfuman con el derrumbe de un suspiro, y de nuevo el navío en el agua corporal del abandono, el mismo que le va escribiendo disoluciones de desvelo a un barco de papel, a este barco de papel que es mi cuerpo y que el agua va deshaciendo, va convirtiendo en espuma dolorida del mar.

Extremidad

Esta aleta que es alimento de comején azul y no sabe dar vuelos ni andares, que no sabe de contenerse los aguaceros que van empañando la retina. Esta aleta que es una carga infinita, tal como volcán exhalando vacíos pero que hace del esqueleto un manojo de palomillas. Es sentir que se lleva entre las manos una fosa marina de hastío y desgano, de saberse con la piel agujereada y ver que la vida se va cayendo de camino. Que hay un trueno que no deja de oscurecer los pasos; entonces, hoy quisiera levantarle los pies a la lluvia y encontrar las migajas de lo que nunca perdí.

Recuento

hay algo mal en mí
además de la
melancolía
Bukowski

Es que pasan los años, pero llega siempre ese mes que hace florecer las tormentas en los pies o llegan esos giros en la memoria que desgastan las tardes. Llegan siempre, los aguaceros que remueven ese sabor a futuro vencido, a días que transcurren con el caudal de un llanto. Y ya ves, el cielo no deja de llorar; entonces se nos reducen los caminos que nos salvan, los caminos en que deshojábamos tristezas y así las perdíamos de a poquito entre tarde y noche. Y es que hoy nos damos cuenta que ya son muchos los cielos húmedos que atravesamos con la nostalgia entre los dedos. Y pensar que podría ser siempre así, por puro presagio nuestro, quizás.

Fuga

De por medio no hay olvido, mucho menos partidas. Ocurre que hay desvíos de la vista y los pies mariposean de un eje a otro; sin dolencias, sin la cama vacía de las certezas, sin rasguños en la memoria o bien, sin goteras en la vida. Y no es que todas estas cosas se vayan en un globo de imposibles, es que se llega a una llanura anímica, que a fuerza de paraboloides atravesando ramas, dejan en un letargo las tantas cumbres y abismos que susurran el paraje de estos tiempos agrios. El punto de todo esto, es que el despertar de la llanura anímica se traduce en un fracaso interno que va dejando su sabor de esquina a esquina; y tan pesados se vuelven los pasos, que decido, mejor, curvear esta noche.