Sin rastro

Siento unas ganas locas de reír
o de matarme.
Roque Dalton

No sé cual animal se derrama en estas calles,
no sabría hablarte de hoy ni de ayer,
de la luna que cava en la oscuridad
o de las huellas que arrastran mis dedos,
no sé cómo decir que el viento no tiene uñas
y las bancas ya no hablan de añoranzas.

Es cierto que yo desprendía memorias del aire,
les amarraba algún susurro alado
y luego volvían como callados poemas,
es cierto que yo veía un callejón desangrando la noche
mientras los nidos lanzaban agua;
pero ahora han caído pétalos de olvido, rotos,
y no hay tantos mordiscos de comején,
podría ser que mariposas cansadas de la nostalgia
se han bebido la sangre de las nubes,
y es por eso que ya no hay vacío
o todo es un agujero con un sol extraviado,
es por eso que ya no siento tantas grietas en los ojos
o el sentir se me ha caído de las manos, que desidia.

Quizás es la espera anclada
de poemas sin voz, rondando esquinas,
de sentir setiembre como un cementerio con vida,
del callejón escupiendo medusas azules,
de caminar con el peso de lo perdido.
Quizás es la espera anclada,
porque hoy no crecen híbridos de agua y luz:
trozos de ayer,
porque hoy el aire no habla de tardausencias
y no hay desfiles con gritos oscuros;
no importa que a veces, por alucinación
o por el soplido de los tejados,
sienta que la tarde contiene un llanto
y que de las puertas cuelgan fantasmas,
no importa: sé que ya nada vuelve,
por eso no sé hablarte de la lluvia,
ni de setiembre.

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