Disparo

Que no se desmaye tu voz ni los desatinos que la empinan,
que la duda no encadene tu boca,
que no sean tus manos refugios de la soledad
ni de besos perdidos,
que la desesperanza no te robe los pies.

Porque si dejas que tu voz se quede inmóvil
si me das horas revueltas con un vacío oscuro
yo no voy a seguir tus rastros en el aire,
yo no voy a seguir tu andar entre raíces y lluvias,
ni voy a quedarme con el fracaso destejiéndome los ojos;
si me das gritos enredados con titubeos
yo me iré a navegar en mis venas para llegar a otra gruta,
porque yo no quiero en mi boca un jardín que no crece,
no quiero marchitar las horas si te florece el desgano,
ya no quiero colgarme las derrotas en las costillas
para luego abrazarlas con mis aguaceros.

Y sé lo inútil de estos versos:
quizás no tengas palabras,
no hay dudas porque no hay certeza,
quizás poco te importa la brújula de mis pies
o en donde quiera yo navegar,
sé que esto pende de mi desvarío,
de mis invenciones en tus madrugadas
y en tus llamados taciturnos,
sé que esto pende de mi disparate
y de él pende este poema.
Sin embargo,
si dejaras luces al borde de mi camino,
si desprendieras de un árbol un susurro,
yo podría desterrar mis presagios,
y aunque la fatalidad es nuestra sombra
yo podría ponerle escamas a mi esperanza
para buscar aguas sin espinas y sin sal,
yo podría arrancar algunas grietas y dudas,
podría terminar este grito al desvelo
este aullido absurdo que no da con ninguna luna,
podría terminar esta amenaza a tu boca, este poema:
ponerle alas y que rompa tu ventana,
que te despeine y te diga que lances un cohete
que rompa mi techo, mi puerta, mi voz y todo resto de silencio.

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