Trampa

Se te cayó una canción de la garganta
y yo arrullé la lluvia que se tejía en tu rostro.
Entonces pensé que la noche estaría en un cohete,
que mis costillas sostenían mariposas y estrellas,
que tenía lunas en la punta de los dedos,
que el tiempo venidero tendría ruta de carnaval.
Pensé que tendría dibujos en mi almohada,
que mi sangre sería un caballo palpitando en los techos,
que los parques estarían sobre mis espejos,
que entenderías el lenguaje de los trenes y las luces.
Pensé que el silencio sería un fantasma tras la ventana,
pero ya ves, es su mano la que escribe.

Ahora

Encerré un camaleón en un espejo y quise dártelo para que inventaras soles y cielos, pero te vi beber la luna y sus sirenas. Entonces mis ojos se volvieron pálidos y el camaleón hizo un mar en el espejo que una vez le di; así que fui al puerto de la desgracia y lancé tu boca y el neón, lancé las ventanas que tejieron tu voz, las luces que sostenían las calles, lancé las nostalgias y tu boca y el neón. Lancé todas las rocas azules y el camaleón las mordió en sus nacientes del color; entonces mis penas se volvieron luminosos meteoritos y rocas encendidas. El espejo, el camaleón y mis antiguas penas treparon al cielo en una trenza nocturna y el camaleón nadó por los aires hasta darme un caleidoscópico cielo. A veces recuerdo la luna bajando por tu garganta y sus sirenas escalando tus labios; pero giro mi cielo y la oscuridad se vuelve un infinito poliedro.