Cuánto es para vos que yo te hable de un arcoíris,
y que desangre las mariposas para ponértelo en las manos.

Coronado

No me bastó el espanto que sufrí en las tardes para entender que los árboles tenían que ser cortados, porque tan altos eran que arañaban las pupilas del cielo y por eso la lluvia caía cada vez con más sal; y yacían más sonrisas en las esquinas, sangrando vendavales.

Fue el sol, o quizás setiembre, quien puso las cintas amarillas alrededor de aquella calle, rodeando como una afilada telaraña el perímetro de la acera que en realidad era la fuente extraviada que nunca supo salpicar agua; sino melancolía. Dicen que no fue el sol, mucho menos setiembre quien decidió poner las cintas; sino la iglesia o la municipalidad, o los dos. Al inicio pensé que las cintas eran una amenaza a la nostalgia de quienes nos dejábamos perturbar por esa calle, entonces harían un fallido intento por acabar con tanto sentimentalismodecincodelatarde: pondrían un payaso en medio de la acera, una pulga repartiendo folletitos de cómo ser feliz o gotas de olvido; naturalmente ni la iglesia ni la municipalidad se preocupaban por quienes sufríamos con esa calle –en realidad no conocí a más de una persona que le sucediera lo mismo-; y por razones que no me interesan, cayeron poco a poco las ramas de los árboles. Llegaron luego los carros para llevarse los cadáveres que fueron ondeantes tejados de una calle que se sacudía los pies, y salían tormentas que se extendían hasta el amanecer, dejando oscuros pájaros en las ventanas que hasta hace un tiempo eran charcos de luz. Llegaron los carros, como fúnebres hormigas, para llevarse los brazos caídos de los árboles de la acera que canturreaba dulces abandonos.

Como decapitar susurros. Como sentir las manos húmedas pero no tener agua que secar. Correr en busca de un lugar que anida el pasado y encontrar un rostro extraño y un aliento añejo.

No me bastó que cortaran los árboles para entender que el tiempo es un embarque inevitable que nos aleja de las tierras que parieron recuerdos. No me bastó que cortaran los árboles, si la memoria es una flor hambrienta que besa la nostalgia.

Sin desvelo

No estés solo en esta lluvia
no te entregues por favor.
Seru Giran

Ya quisiera explotar en una bandada de certezas; volar sobre las tierras de quien por tener enrarecidas hojas cree que su brújula se ha curtido y que sus pies son un enjambre de pasos mal dados. Que me hiera con un grito de paz o me atrape en sus ramas, no importa mientras sepa que su brújula marca una ruta de luchas y sus pasos son un pecho lleno de brillantes impulsos.

Ya quisiera explotar en una enredadera de luz; rodear las lunas negras de quien se quiere hundir en la ceguera que la desesperanza da. No importa que me aprisione a sus noches desmejoradas, pero que encuentre horizontes cuando este a punto de caer al agua que corre en las calles y se lleva los rendidos.

Siendo una bandada de certezas, quisiera verme cuando fui una enredadera de luz; entonces aprensar hojas en mis picos y dejarlas caer, como gotas que revientan, sobre las sombras de quien sueña con nuevos mares.

Pero lo imposible de mis vuelos, hacen que no haya más explosión que la de mis ojos deslumbrados, cuando quien carga con tantas piedras las usa para hacer crujir astros; y encuentra la ruta que se bambolea entre los precipicios y el cielo.