Flecha

Si tuviera las palabras, yo te daría la lluvia en versos,
te diría que quiero tus dedos enredando el tiempo
y hablaría de las luciérnagas dulces que salen de tu boca.
Pagaría con el insomnio de todos los octubres,
si este verso te atravesara la piel.

Yo sé dejar al tiempo atropellar mis manos para luego verter relojes muertos en mi camino; sé llegar tarde, cuando sólo queda un final enmarcado en un atardecer roto; también gritar cuando los oídos ya son ruinas de lo que hubiera sido, y esperar amaneceres con un poema en la punta de la lengua: he sabido llorarlos.

Sé lanzar mi cuerpo a la hora doliente y regar versos por las calles que me ven recoger mis pasos, también tararear causas perdidas. Lo que necesito decirle, es que también sé inventar risas.
No quiero verte surcar las tardes, ya sé que eso es un trazo de soledades en mi espalda. No quiero cavar un lecho para tu sombra, pero me gusta el olor de las espinas que se confunden con tus manos.

Cercas

Tengo las manos vacías, y llenas,
tengo moho en mis raíces
y ayer no supe donde poner mi desvelo.

Tengo el aliento de una noche inmóvil
y de los restrojos de un camino que no existe.
Tengo ganas de irme, de quedarme,
de perderme o dar conmigo.

Tengo huecos en el estomago
y paredes que chorrean hojas;
un recurrente desgano que ya camina,
que ya se acopla a mi cuerpo
y a veces me amarra a mi cama.
También euforia y colores.

Tengo ganas de poner luces en mis oídos.
Y esperanzas, muchísimas,
pero también piedras que las marchitan.
Tengo los dedos despeinados
y un deseo enfermo de escribir.

De veras

Usted.
Sí, usted, puede irse a la mierda.
Usted es todos.

De cualquier forma

Yo te invento un barco,
te invento un tren con pestañas de cielo,
yo te grito con mis costillas
y te lanzo voces encendidas.
Pero te vas en cualquier rueda,
te vas con cualquier canto.