Naciente

Quizás, fue una ráfaga de sombras
que hizo de mis manos orugas
y de mis pasos un quejido silente,
o la caída de días sobre otros,
oscureciéndolos, y ya no amanece.

O podría ser, por asesinar relojes
que mis costillas son enredaderas,
por esconder calendarios
que mi voz se destiñe en las tardes;
y ahora, desgajo el cielo:
aire que viene como bandada doliente,
como respiro de nubes muertas;
y ahora, rasguño caminos
mientras grito a los precipicios de mis pies,
como derrumbando las noches, a borbotones.

Quizás, me cayó, como relámpago,
la certeza de la fatalidad:
volar con el cadáver que una mariposa dejó,
ponerme el andar apenado del tren,
la esperanza de la lluvia que calla,
tantos otros rumbos.
Pero la fatalidad no es camino,
es piel del cielo, es la savia del aire,
no es camino, es lo inevitable.

O podría ser,
que me adviene, este sabor,
a huesos sin arreglo,
a espantapájaros de sol,
a oleaje que se me desborda en la sangre,
y busco, sin encontrar, con mi destramado andar,
la naciente negriazul de este desvarío.

Pieza extraviada III

...como quitarse los ojos rotos,
y las luces que llueven penas,
como llenar de esperanzas las noches
o hacer de los brazos papalotes...

Almendra



Ven cometa azul,

las formas toman su contorno ideal
estar al lado de tu cola me hará bien.

Ven cometa azul,
me acoplo a ti para no perder la paz.
Los hombres con vuelos nocturnos te amarán.
L.A.S.
E.D.




Trampa

Fruncí los meses, tal labios
y los giré como trompos al aire,
entonces hice esferas con ellos:
malabarismos con sus ánimos
y es ese el jugueteo con los gestos del cielo,
con el canto de los árboles
y su andar en mi memoria.

Lanzarlos,
y un diciembre cae desde su aleteo
con sus puentes llenos de arañas,
con el dolor de la luz que oscurece,
con el paso ciego de la esperanza,
y el cadáver en la espalda, de sus otras vidas.

Y llegará setiembre en julio,
caerá en mis pies como sueño fatal,
y desvelará las ansias,
con estrellas muertas entre las manos,
con las costillas de versos fantasmas
y parques boquiabiertos a la noche.

Y llegará cualquier mes,
con peces escupiendo flores,
con la memoria como herida abierta.

Martes

Como removiendo los lugares que son siempre presagios de los ánimos venideros. Como haciéndole cosquillas a las derrotas y los desganos. Como jugando escondidas con las nubes y la muerte. Como despertándome del insomnio. Como rellenando abismos con aguas cósmicas. Así.

Algún lugar

Quien pudiera hacer llover girasoles mudos
o del aire una catarata de alas rotas;
quien, como flor que ahoga la desidia,
o amalgama las noches perdidas
para lanzarlas al tiempo de su ausencia.
Quien no existe, quien no ha sido.

Quien no sabe de mis manos calladas,
ni de mi boca derrumbándose,
porque se vierte en las grutas que no llegan a mis pies,
no como las soledades que acuden a mi andar:
relámpago que enluta días
o ceguera que espanta las venas de la noche;
inevitable: como la arena presa
y entonces las batallas de espuma en sus piernas;
fatal: como el camino que hace siglos no debí tomar,
como quien, roído, amarilloazulado, olvidó nacer:
dormido en un verso roto.

Apenas

De agujeros, se llenó el cielo,
cuando los errantes se descobijaban los ánimos,
cuando las paredes aún se secaban los húmedos cantos
cuando regresaba del entierro de las últimas lluvias:
los gatos le cerraban la boca a los túneles de olvido,
y arrancaba la desgracia que las flores llevaban por sombrero,
cuando apenas me llenaba los ojos de pinceles
y hería el cielo mientras un andén se quitaba el azul:
lanzando guiños a quien desterrara tristezas.

Cuando niñas dejaban de llorar por lo que aún no habían sido,
y la muerte de un setiembre se llenaba de medusas,
era entonces,
cuando un callejón secaba su memoria
y ponía sobre las espinas la dolencia de un pueblo,
las nacientes de quienes se gastaban al andar,
las tenazas con que los olores recuerdan
y los despojos de quien fui en otras lluvias.

Se desabotonaba los ojos, el cielo,
y se caía a pedazos de mar,
cuando apenas, dejaba de llover.

Noviembre

Cuando el estupor del aguacero, era la huida,
y le abría las venas al futuro
arrancándole las pestañas a los relojes,
en aquel abismo sin tormenta ni paz:
el cielo crujía sus piernas acuosas,
y los árboles mecían sus huesos fríos.

Cuando la noche era un lago de versos,
mientras los parques se me desmayaban en las manos
y los astros se despeinaban las alas.

Cuando los miércoles eran caos menos oscuros,
y los días se cosían con música.
Pero la asimetría en el andar:
y la huida se convierte en cueva,
tal como ausencia de milagro amarillo
tal como espectro que se vuelve diciembre
que aflige los párpados
y llora la tinta.

Sabor a novieciembre

Sería que quedó, en mi paladar, un grito de luz, de aquellos que iluminaban a parchones verdes los árboles, o quedó la humedad de caminar como navegando entre la gente. Sería que en un rincón de la boca, quedó un vendaval de los que volteaban las sombrillas y las risas, o una de aquellas tardausencias. Quizás nunca noté que se escondía, entre la savia bucal, un olor de lo que es sempiterno y que gusta de mezclarse con los aguaceros, tantos cuantos lleguen. O podría ser que con el mordisqueo de un dedo, me haya llevado a la lengua, algún gesto fugaz que calcina y malogra la mueca de risa. Quizás por una gotera de mi paraguas se coló un adoquín con memoria y por cuestiones de azar y desgracia, naufragó en cualquier ruta de mi boca. Podría ser que alguna tonada clavada en los tímpanos de mis dientes, me tiene con sabor a final, a fatalidad, a lo que sea, a novieciembre.