Podría utilizar cualquier palabra, que aunque no encierra la esencia ni la complejidad –o fraudulenta simplicidad-, va dando una imagen borrosa y vaga al contenido de esta ráfaga que nos aletarga. Sin embargo, quiero mantenerme lejos de palabras erróneas que sirvan de consuelo a este no saber. La imposibilidad de encontrar la palabra exacta me arrastra al Principio de Incertidumbre, así que comienzo a tantear en la oscuridad para tener un acercamiento certero a la zona de probabilidad en la que germina “eso” que me lleva a decir tantos no sé. Es preferible a que la idea en venganza de una adjetivación ofensiva, se escurra como mercurio o como el comportamiento de una partícula a la que alguien quiso determinarle su posición y momento.
La definición del “estado” ya es imposible de precisar, y en éste se anidan muchas irresoluciones; las causas podrían ser tantas como la infinidad numérica, las posibles soluciones penden de la causa, el contagio comienza a hacerse evidente y los efectos, aunque varían, parecen converger en más de un punto: miradas perdidas, dificultad al hablar sobre el “estado” pero insistencia en tratarlo, deserción de responsabilidades, y nos vamos deslizando inconscientes en las horas que se convierten en meses. El tiempo pasa, lo vemos pasar, se va sin nosotros, nos quedamos sin él.
¿Cómo determinar valores o palabras a algo indeterminable? Busco un Heisenberg o un neologismo que oscile entre camino y tiempo.